Multiplicación de los arcos - Yves Tanguy

En 1954, Yves Tanguy creó "Multiplicación de los arcos", una obra que sintetiza la evolución de su lenguaje surrealista en los últimos años de su vida. Desde su estudio en Estados Unidos, Tanguy continuó construyendo paisajes desprovistos de referencias terrenales, donde la luz, la materia y la gravedad parecen operar bajo sus propias leyes. En esta pintura, las formas evocan estructuras arqueadas que se repiten y fragmentan como ecos en un horizonte infinito, desafiando la percepción del tiempo y la lógica de la perspectiva.

La idea de la "multiplicación" sugiere un proceso continuo de formación y transformación, como si el paisaje estuviera atrapado en una expansión infinita. La paleta cromática de tonos fríos y ocres suavizados crea una atmósfera etérea, mientras que los contornos nítidos y las sombras difusas generan un efecto tridimensional que refuerza la sensación de profundidad onírica. Estas estructuras arqueadas pueden interpretarse como un vestigio de formas orgánicas en proceso de metamorfosis.

El surrealismo, movimiento al que pertenece esta obra, surgió tras el dadaísmo, pero mientras los dadaístas desafiaban el sentido del arte con el absurdo y la ironía, los surrealistas buscaban acceder a los espacios más profundos del inconsciente. Tanguy fue uno de los pocos artistas surrealistas que, en lugar de representar escenas narrativas, exploró un universo de formas autónomas que parecían obedecer leyes propias, como organismos evolutivos en un mundo alterno.

A diferencia de Dalí, cuya obra se basaba en imágenes reconocibles deformadas por el sueño, o Miró, que simplificaba la figuración hasta lo simbólico, Tanguy creó un lenguaje puramente abstracto, donde la forma y la luz funcionaban como una gramática visual del subconsciente. Su influencia se extendería más allá del surrealismo, llegando al expresionismo abstracto, en particular a la obra de Mark Rothko, quien encontraría en la superposición de veladuras cromáticas un vehículo para la introspección emocional.

En esta obra, la repetición estructural puede verse como un reflejo del tiempo y la memoria, donde cada forma es una variación de la anterior, como una melodía que se repite con ligeras alteraciones. Pintada en los últimos años de su vida, esta obra encapsula la obsesión de Tanguy por lo infinito, lo inalcanzable y lo eterno, confirmando que en el arte, al igual que en el pensamiento humano, siempre hay una estructura que se multiplica y se transforma, una y otra vez en dirección a un final cierto pero no a la vista todavía.