Fuji rojo, Katsushika Hokusai
Fuji rojo, Katsushika Hokusai

Fuji rojo, Katsushika Hokusai

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Título: Fuji rojo
Título inglés: Fine Wind, Clear Morning
Ubicación original: The Metropolitan Museum of Art, Nueva York, EE. UU.
Año: 1830–1832

En "Fuji rojo", Hokusai transforma el monte sagrado de Japón en una estructura casi abstracta, donde el color se convierte en arquitectura espiritual. La montaña aparece teñida de rojo por la luz del amanecer, mientras un cielo despejado, de tonos azul celeste degradados, se despliega como un lienzo matemático sobre el cual se proyecta la estabilidad cósmica. La geometría triangular del Fuji dialoga con las teorías de simetría sagrada presentes en diversas religiones orientales, mientras que la línea ondulada de las nubes sugiere una respiración natural del paisaje. El Fuji se alza hacia el cielo, imponente en su altura y forma, como un recordatorio eterno de la fugacidad de la vida. Esa vida, tan breve como el aliento de una flor, reclama del hombre una respuesta: un sentido. Y cuando la muerte (inevitable y paciente) lo rodea con su sombra, no le queda más que intentar, una y otra vez, una tregua sagrada con el esquivo espíritu del volcán y de los cerezos en flor: Konohanasakuya-hime (木花之開耶姫). Aunque enmarcada en el movimiento ukiyo-e, la obra se aparta de los temas urbanos y eróticos comunes en el género para explorar un lenguaje casi meditativo.

Aunque la frase original en japonés "凱風" literalmente puede traducirse como “viento victorioso” (siendo "凱" una alusión a la victoria gloriosa tras el combate, y "風" la traducción al idioma nipón de "viento"), su uso en la poesía china clásica y, más tarde, en la literatura japonesa, lo resemantizó como “viento del sur”. Esta transformación no es arbitraria: el sur se asocia tradicionalmente en Asia con el verano, la madurez y la plenitud, mientras que el viento que sopla desde esa dirección simboliza paz tras el conflicto, fertilidad y armonía estacional. Así, el “viento victorioso” no es una brisa militar, sino una brisa serena que llega después del orden restablecido, cargada de buenas cosechas y cielos claros, como ocurre en el grabado. En este contexto, Hokusai invoca con "凱風" no una gesta humana, sino una victoria de la naturaleza en equilibrio, donde el monte Fuji permanece inmutable bajo un cielo completamente despejado.

Creada entre 1830 y 1832 como parte de la serie "Treinta y seis vistas del monte Fuji", esta estampa condensa no solo el dominio técnico de la xilografía policroma, sino también una visión del tiempo como fenómeno atmosférico y espiritual. Influida por las ciencias naturales y las perspectivas europeas que llegaron por la isla de Dejima, la representación adopta una simplicidad moderna que anticipa la obra de artistas como Claude Monet, Georgia O’Keeffe y Ellsworth Kelly. El color rojo no es solo un matiz, sino una temperatura simbólica que en Japón sugiere vitalidad, peligro y divinidad. En la obra, Hokusai no pinta un monte: traza un eje entre lo visible y lo eterno, como si cada línea contenida en su silueta guardara una partitura de silencio, claridad y exactitud emocional.